Acerca del autor hay posiciones con sustentación en el mismo libro y en elementos externos al libro.
1. La tradición judaica. Asignó la autoría de este libro a Josué, aunque en ninguna parte aparece identificado el autor. Varios factores han sido esgrimidos para hablar de esta autoría:
(1) El autor aparentemente fue testigo ocular de algunos de los sucesos descritos (5:6).
(2) El uso frecuente de la expresión “hasta el día de hoy” (6:25; 7:26; 8:28; etc.) y el contexto en el cual ocurren los acontecimientos sugieren una fecha temprana para su composición.
(3) Hay evidencias internas para una fecha temprana, como las referencias a “Sidón la grande” (11:8; 19:28) en el mismo ámbito que Tiro. La forma en que denomina a los fenicios como “sidonios” sugiere una fecha anterior al siglo XII a. de J.C. También figura el hecho de que los filisteos no son vistos con la misma peligrosidad con que fueron tenidos en cuenta después del año 1200 a. de J.C.
Sin embargo, hay otras evidencias que muestran que el libro fue escrito en una fecha posterior a la del personaje Josué, tales como:
(1) La referencia a la muerte de Josué (24:29, 30).
(2) La referencia a hechos que ocurrieron posteriormente, como la conquista de Hebrón por Caleb (15:13, 14 comp. Jue.1:10, 20).
(3) Los problemas de concordancia interna que parecen responder a intereses más explicables si se postula una redacción, por lo menos en su presente forma, en una fecha posterior a los hechos que narra el libro.
2. Perspectivas adicionales. Algunos comentaristas proponen que el libro de Josué es una interpretación de eventos ya ocurridos en el pasado, pero ahora reinterpretados para el beneficio de los lectores en el tiempo del autor. Es más que un reportaje directo de los acontecimientos, es una remembranza, una condensación y una estructuración de la historia del pueblo en este período (E. J. Hanlim). La historia es remembranza cientos de años después y antes de ser elaborada en la forma actual. Algunos de los eventos relatados se relacionan con objetos visibles para el autor como por ejemplo las piedras colocadas en Gilgal y el Jordán (4:9); el montón de piedras en el valle de Acor (7:26) y las ruinas de Hai (8:29); las piedras a la entrada de la cueva de Maqueda (10:27); el monumento que conmemora el pacto de Siquem (24:26, 27).
También conoció los altares del monte Ebal (8:30) y al lado del Jordán (22:34), las ruinas de Jericó (6:26) y los nombres de lugares famosos que aún existían tales como: el lugar de la circuncisión (5:3), Gilgal (5:3) y el valle de Acor (7:26).
El relato de Josué es una condensación de la historia, pues no se sabe mucho acerca del tiempo transcurrido entre el cruce del Jordán y la renovación del pacto en Siquem.
La referencia a la edad de Josué puede sugerir que la historia transcurrió a lo largo de varias décadas. Sin embargo, en el relato hay hechos que suceden uno tras otro muy rápidamente. Por otro lado, hay eventos que no fueron apenas mencionados en relación con la posesión de la tierra (11:16–18) lo cual confirma la condensación de un largo y complicado proceso, con muchos detalles omitidos pero finalmente con una organización con fines pedagógicos.
Otro ejemplo de la condensación son las listas de límites (16:1–9) y ciudades (15:21–62) incluidas en el proceso de distribución de la tierra (caps. 13–19). Algunos comentaristas creen que esos detalles fueron tomados de listas elaboradas después del tiempo de Josué, tanto del período premonárquico como del período de la monarquía de David y durante el gobierno de Josías.
Por último, esta es una estructuración de la historia de la entrada de Israel a Canaán con el fin de ofrecer un mensaje a los lectores.
El bosquejo que se presenta más adelante es una manera de encontrar la estructura del mensaje que nosotros como lectores 2.000 años después podemos discernir. Es probable que los lectores iniciales tuvieran otro bosquejo, aunque la estructura sea la misma. La estructura no siempre es clara; a veces se dificulta relacionar secciones entre sí. No obstante se puede delinear varios rasgos a través del texto:
(1) Las similitudes entre los caps. 1 y 23 son obvias, pues las palabras de Josué dirigidas al pueblo al final del relato son un reflejo de las palabras de Dios a él en el principio.
(2) Varias etapas de la narración están marcadas por resúmenes (10:40; 11:16–20). El resumen final en 21:43–45 está claramente relacionado con el cap. 1 vinculando la totalidad de la historia en este punto.
(3) La lectura y enseñanza del pacto en el monte Ebal (8:30–35) aparece como pieza central de toda la narración. Esto es como un punto de llegada de la primera mención de la ley (1:7, 8), de la celebración de la Pascua (5:11) y de la violación de la ley (7:11). Desde el monte Ebal se proyecta el establecimiento de los centros de la Torah o difusión de la ley (cap. 21), el resumen final de la enseñanza de la ley (23:6–11; 24:14, 23) y la renovación del pacto en Siquem (24:25).
(4) Tres fiestas o celebraciones marcan el comienzo, desarrollo y desenlace de esta historia: la celebración de la Pascua (5:11), la lectura ceremonial de la ley (8:30–35) y la renovación del pacto (24:1–18).
En esta explicación acerca de la autoría del libro se prefiere dar un título al autor antes que un nombre propio, a saber: el maestro. Al maestro se lo puede ubicar históricamente como miembro de un grupo de reforma el cual trabajó muchas décadas después entre el tiempo del rey Ezequías y el del rey Josías, hasta el período del exilio de Israel que sin duda era un momento clave para recordar pedagógicamente la historia de Josué.
Este grupo es el que inspiró la gran reforma de Josías en el 622 a de J.C. llamada la reforma deuteronómica. Este maestro recopiló los materiales existentes, incluyendo una versión temprana de Josué 2–12 que probablemente fue elaborada en el siglo IX a. de J.C. por un escritor del norte de Israel a quien los eruditos dan el nombre de narrador.
Esta segunda opinión acerca de la autoría del libro es aceptable siempre que no signifique ignorar que tanto el narrador temprano de los eventos como el maestro que los recopiló estaban siendo inspirados por Dios, para dirigirse a sus primeros lectores con el fin de desafiarlos a volver a Jehová el dador de la tierra y también quien había permitido que estuvieran en exilio.
Si aceptamos que este libro fue preservado por Dios para nuestra edificación, debemos suponer sin temor a caer en especulaciones que tuvo el mismo objetivo cuando Dios guió al maestro en la recopilación de estos eventos tan significativos para la historia del pueblo de Israel.
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