Información General de Hageo

 INTRODUCCIÓN

Constituye un gran alivio, a la hora de afrontar la tarea de hacer el análisis de cualquier libro de la Biblia, poder ubicarlo con exactitud en la historia y la cronología de la revelación divina. Hageo nos facilita esa tarea de forma magistral. Desde el principio nos sitúa en el momento exacto de la historia. Todo el acontecer del libro tiene lugar en unos cuatro meses, y sus fechas son exactas.

Profecía Fecha Equivalente Cita

1a Día 1, sexto mes Ag. - Sep. (Elle) 1:1–15

2a Día 21, séptimo mes Sep. - Oct. (Tisri) 2:1–9

3a Día 24, noveno mes Nov. - Dic. (Quislev) 2:10–19

4a Día 24, noveno mes Nov. - Dic. (Quislev) 2:20–23

La cita del rey Darío, llamado el Grande, en 1:1 sitúa con precisión el momento histórico. Conocemos que él reinó desde el 522 o 521 hasta el 486 a. de J.C. El lenguaje y el estilo del libro corroboran que estamos correctamente situados en el tiempo. En este aspecto, tanto liberales como conservadores están de acuerdo en la fecha de la predicación de las profecías.

Es poco lo que se conoce de Hageo. Su nombre, en heb. Jaggai, significa “festivo”. Se cree que, quizá, se deba a que nació en un día de gran fiesta. Dos opiniones se consideran respecto a su lugar de nacimiento. Una antigua tradición sostiene que nació en Jerusalén y, por tanto, conoció el templo de Salomón en su esplendor, y se alude a 2:3. Nos inclinamos a creer que él fue uno de los pocos que habían visto la magnificencia del antiguo templo. Tendría, en este caso, unos 80 años de edad cuando profetizó. Su breve período profetizando parece abonar esta tesis. Otros sostienen que nació en Babilonia, y que regresó a Palestina en los últimos años de su vida. Es bastante verosímil que haya sido un hombre de edad avanzada, deducción a la que llega Robinson por Esdras 5:1 y 6:14. Observa que cuando los nombres de Zacarías y Hageo aparecen juntos, el de éste siempre aparece primero.

En las escrituras hebreas, este libro forma parte del “Libro de los Doce” y es conocido como uno de los profetas menores. Esto no por su importancia, sino por su volumen en comparación con Isaías, Jeremías y Ezequiel.

Es unánime el sentir de los exégetas en cuanto a su estilo literario y a la expresión lingüística: No llega a la altura de la época dorada antes del exilio. Es constatable la profusión de arameísmos. Tal vez el tono de su mensaje, o forma de predicarlo, no contenga el fuego y el brillo de otros voceros de entonces, y por ello no han faltado críticas a su estilo. Pero en defensa de esta realidad, es bueno tener en cuenta el ambiente en el que Hageo desarrolló su ministerio. Lo exiguo de los recursos, comparados con los empleados por Salomón en el primer templo, y los obstáculos puestos por los samaritanos (Esd. 4:5, 24) forman el ambiente de angustia y penuria en el que Hageo ha de proclamar su mensaje. “Los recién llegados tuvieron que enfrentarse con años de opresión, privación e inseguridad, tarea siempre llena de azarosas dificultades en sí misma” (John Bright, La Historia de Israel, p. 383). Sin embargo, Hageo, fiel a su llamamiento, una y otra vez repite el “Así ha dicho Jehová…”.

Que el libro lleve el nombre de su protagonista no indica que él fuera su redactor. Algunas evidencias internas parecen indicar que se trata de una crónica histórica de su ministerio. El hecho de que esté escrito en tercera persona y de Hageo se hable como el “profeta”, confirman esta presunción.

Las obras de reconstrucción se inician con la restauración del altar de los holocaustos (Esd. 3), para poder así ofrecer sacrificios desde el principio. Tiempo después se echan los cimientos del templo, ocasión ésta de encontrados sentimientos. Por un lado, la alegría de poder reiniciar las obras, pero también las lágrimas de aquellos, ya ancianos, que “habían visto la casa primera” (Esd. 3:8–13). El esplendor del templo de Salomón, conocido por los más ancianos, está vivo en su recuerdo, y lloran porque el que ahora reconstruyen poco se parecerá a aquél. 

Pronto comenzaron las dificultades por parte de “los enemigos de Judá y de Benjamín” (Esd. 4:1). Con amenazas, intimidaciones, sobornos… “durante todo el tiempo de Ciro rey de Persia, y hasta el reinado de Darío rey de Persia” (Esd. 4:5). Los trabajos son suspendidos definitivamente, de forma violenta, “hasta el segundo año del reinado de Darío, rey de Persia” (Esd. 4:24; 6:1, 7, 8; Hag. 1:1). En este ambiente de tristeza y frustración, el pueblo necesita ser alentado. De esto se ocuparán Hageo y Zacarías. Unos cinco años después concluyen las obras, pero no ha sido sino a costa de sacrificios. Fue duro tratar con el pueblo al principio, sumido éste en la indolencia y el desánimo. La misión de Hageo fue la de sacudirlos fuertemente. G. M. J. Lear cree que el asunto básico del libro de Hageo es “la pereza espiritual y su remedio”. 

Estructuralmente hablando, el libro de Hageo se divide en cuatro secciones. Cada una de ellas corresponde a las fechas en que llegó al profeta la voz de Dios.


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