Información General de Malaquías

 INTRODUCCIÓN

La siguiente escena imaginaria nos ayudará a ubicarnos en el contexto histórico de este libro y a darnos cuenta de que Malaquías es un libro donde el mensajero de Dios trae algo para una comunidad en crisis.

—Simón, te noto triste y preocupado. ¿Qué te pasa?

—¡Ay, Miriam! Las cosas van de mal en peor. ¿Recuerdas la poca cantidad de granos que pude sembrar en nuestra parcela? Pues bien, hace unos días estaba contento, pensando que al menos teníamos algo para subsistir en los próximos meses. Hoy, cuando llegué a nuestra parcela, todo el sembrado estaba destrozado. ¡Esas malditas langostas se lo han comido todo!

—Y, ¿qué vamos a hacer ahora? ¿Por qué no vamos este sábado al templo y llevamos uno de nuestros corderos como sacrificio a Dios? Tal vez Dios tenga misericordia de nosotros y nos provea lo que necesitamos.

—¡No vengas con esas ideas, Miriam! Un cordero menos, y no tendremos nada más para vivir.

—Bueno, yo no hablaba de “Patitas negras”; me refería al otro, a ese que nació ciego de un ojo y que pasa de una enfermedad a otra. Total, no lo podemos vender, ni sirve para comer. ¡Llevemos ese! Dios nos perdonará. Él sabe que somos pobres y no nos va a quitar lo único bueno que tenemos.

—Si es así, estoy de acuerdo, Miriam. Si tú vieras los animales que sacrifican esos sacerdotes del templo… ¡Nuestro “tuerto” es cien veces mejor que todos! Además, solo se va a quemar en el altar… ¿Qué diferencia hace que esté sano o enfermo, completo o incompleto?

Este diálogo refleja, sin duda, una de muchas experiencias cotidianas que debieron de haber vivido las familias que poblaron Jerusalén después del regreso del exilio (entre los años 522 y 460 a. de J.C.). El historiador bíblico John Bright describe el cuadro de manera brillante:

“Los recién llegados tuvieron que enfrentarse con años de opresión, privación e inseguridad, tarea siempre llena de azarosas dificultades en sí misma. Fueron perseguidos por una serie de estaciones pobres y faltas parciales de cosecha (Hag. 1.9-11; 2.15-17), que dejó a muchos de ellos desamparados, sin alimentos ni vestido adecuado (1:6). Sus vecinos, especialmente la aristocracia de Samaria, que había considerado a Judá como parte de su territorio, habían sentido que se pusiera un límite a sus prerrogativas, y eran abiertamente hostiles… De hecho la nueva comunidad no era, en modo alguno, el Israel reavivado y purificado del ideal profético. Había tensiones económicas, posible secuela de la inevitable lucha por el suelo de una repatriación tan masiva, agravada acaso cuando las malas estaciones llevaron a la bancarrota a los menos afortunados”. (Historia de Israel, pp. 435 y 438).

El resultado de esta situación produjo desmoralización y laxitud religiosa y moral. Una lectura rápida al libro de Malaquías provee un cuadro bastante desgarrador. El mismo doctor Bright lo resume así:

“Los sacerdotes, aburridos de sus deberes, no veían nada malo en ofrecer a Yahvé animales enfermos o lisiados (Mal. 1:6–14), y su parcialidad en interpretar la ley había degradado su oficio a los ojos del pueblo (Mal. 2:1–9). Se descuidaba el sábado y se permitían los negocios en él (Neh. 13:15–22). El incumplimiento de los diezmos (Mal. 3:7–10) obligó a los levitas a abandonar sus deberes para poder vivir (Neh. 13:10 ss.). Además había echado raíces el sentimiento de que no había ninguna ventaja en ser fiel a la ley (Mal. 2:17; 3:13–15)… El divorcio prevaleció hasta hacerse un escándalo público (Mal. 2:13–16). No molestados por ningún principio, los hombres engañaban a sus empleados en lo tocante a jornales y se aprovechaban de sus hermanos más débiles (Mal. 3:5). Al pobre que hipotecaba sus campos en tiempos de escasez, o para pagar los tributos, se le embargaban los bienes y, juntamente con sus hijos, era reducido a esclavitud (Neh. 5:1–5). Lo que era más grave a largo plazo, las líneas que separaban a los judíos de su medio pagano, comenzaban a resquebrajarse. Los matrimonios mixtos con paganos fueron, según parece, cosa normal (Mal. 2:11 ss.)”. (Historia de Israel, pp. 451, 452).


ESTRUCTURA DEL LIBRO

El libro de Malaquías refleja un estilo literario especial. Está compuesto de una serie de “disputas proféticas”. El profeta, en nombre de Dios, lanza una pregunta y sus interlocutores la responden, provocando así una contra respuesta. Los acusados en este libro son: los sacerdotes, el pueblo en general y la elite socioeconómica y política.

Las disputas proféticas tienen una estructura común: (1) el profeta hace una declaración; (2) los sacerdotes o el pueblo hacen una objeción; y (3) el profeta responde dando una evidencia de la afirmación original. A ésta última se acompaña una acusación y una amenaza de castigo.


AUTOR Y FECHA DE REDACCIÓN

No se sabe nada del autor de este libro. Muchos biblistas dudan que se haya llamado “Malaquías”. La mayoría cree que Malaquías es un nombre agregado tiempo después para darle título a este libro. Si fuera así, el libro sería anónimo, situación muy rara entre los libros proféticos. El nombre quiere decir “mi mensajero” y fue tomado probablemente de la expresión que se encuentra en 3:1: “He aquí yo envío a mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí”.

El profeta Malaquías pertenece a la época histórica conocida como posexilio y que se describe en el mensaje de los libros proféticos de Hageo, Zacarías y los capítulos 56–66 de Isaías, como también en la historia que se encuentra en los libros de Esdras y Nehemías. Aunque es muy difícil establecer con exactitud el período del ministerio de Malaquías y de la redacción del libro, la mayoría de los biblistas lo colocan en los años que van del tiempo cuando se terminó de edificar el segundo templo (515 a. de J.C.), hasta poco antes de las reformas de Esdras y Nehemías (aprox. 465 a. de J.C.); más concretamente se le coloca entre los años 465 a 460 a. de J.C. Algunos eruditos le hacen a Malaquías un contemporáneo de Nehemías.

Si aceptamos la fecha aproximada de 460 a. de J.C., Malaquías se convierte en una fuente histórica importante; porque sería el único documento de la época que nos describe la vida de la comunidad judía después del ministerio de Hageo y Zacarías y antes de las reformas de Esdras y Nehemías.


EL MENSAJE DEL LIBRO

El profeta proclama su mensaje a una comunidad frustrada y desesperanzada. Las expectaciones levantadas por los profetas Hageo y Zacarías no se habían cumplido. El futuro se veía muy nebuloso, y el presente era terrible.

Todo esto se había traducido en abulia e indiferencia. Y el culto era, según el profeta, el mejor lugar donde evaluar la calidad de vida de la comunidad judía en esos años. Malaquías bien hubiese parafraseado el conocido refrán así: “Dime qué clase de culto celebras y yo te diré quién eres”.

La comunidad judía de esa época creyó que la manera de cubrir su miseria y de olvidarse de ella era a través de la indiferencia y burla barata a las cosas de Dios. Todo se hacía con mediocridad y descuido. Imperaba la corrupción desde el sacerdocio hasta el último miembro de la comunidad.

El mensaje del libro está arraigado en la enseñanza del Pentateuco, en la “instrucción del Señor” (torah Yahvé); más específicamente, en el libro de Deuteronomio. Además de asuntos de estilo (ver Mal. 2:2, 3 y 3:7), varios temas clave de Malaquías muestran su cercanía a la teología del Deuteronomio. El tema con el que abre el libro de Malaquías (1:2), el amor de Dios, se encuentra en varios textos del Deuteronomio (p. ej., Deut. 7:7, 8; 23:5). La relación entre padre e hijo de Malaquías 1:6; 2:10; 3:17 se encuentra en Deuteronomio 1:31; 32:5, 6. El tema del nombre de Dios, de Malaquías 1:6, 11, 14; 2:2, 5; 3:16; 4:1, se encuentra en varias partes del Deuteronomio (p. ej., 12:5, 21; 14:24; 26:2). El reconocimiento de la unicidad de Dios y el llamado a una fidelidad absoluta a él (Mal. 2:15) se basan especialmente en Deuteronomio 6:4, 5. El tema de las ofrendas de sacrificio (Mal. 1:8, 13, 14) se encuentra en Deuteronomio 15:21 y 17:1. El asunto sobre los diezmos (Mal. 3:7–10) se encuentra en Deuteronomio 18:1–8. El tema del pecado de abominación (burla, sacrilegio; ver Mal. 2:11) se encuentra en Deuteronomio 14:3; 17:1, 4 y 23:17, 18. Además, la enseñanza contra la idolatría (Mal. 2:11) y la injusticia (Mal. 3:5) son centrales en la enseñanza del Deuteronomio (p. ej., Deut. 10:12–22). El argumento general del libro de Malaquías se resume en tres temas centrales: (1) Una denuncia de la maldad del pueblo y de sus líderes; (2) una vindicación del carácter moral de Dios y de su amor; y (3) un mensaje de esperanza al remanente fiel y piadoso.

La posición de Malaquías al final de los libros proféticos es significativa. Por un lado, Malaquías viene a ser una especie de resumen de lo que sus predecesores proclamaron: el llamado al arrepentimiento; la enseñanza de una vida moral de acuerdo a la voluntad de Dios; el significado e importancia del culto y los ritos; la celebración apropiada de los sacrificios y las ceremonias; la resistencia a una actitud escéptica hacia Dios y su manera de actuar con su pueblo; las ideas apocalípticas; la esperanza mesiánica.

Por otro lado, viene a ser una puerta hacia el mensaje del NT. Malaquías termina anunciando la llegada del precursor del Mesías (4:5, 6). Así el AT y el NT se conectan para hablar de la unidad del mensaje redentor de Dios (Mat. 17:10–13; 11:7–19). Malaquías muestra también la unión de su mensaje con el del NT al afirmar que los gentiles (los no judíos) honran el nombre de Dios y están más dispuestos que los mismos judíos a vivir la verdadera religión (Mal. 2:11–14).

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