LA TEOLOGIA DEL PACTO

 Después de la salida de Israel de Egipto y de su liberación de las manos opresoras del faraón, Israel fue conducido por el desierto y fue al monte Sinaí u Horeb (vea 1:6) para establecer un pacto con Dios. La revelación de Jehová a Israel en Sinaí es el ingrediente necesario para el estudio del libro de Deuteronomio y de la historia de Israel. La teología del pacto forma la base de la predicación de Moisés. Estos sermones de Moisés son presentados antes de su muerte y pueden ser considerados como su testamento final, exhortando a Israel a ser fiel a Jehová. Von Rad cree que el carácter testamentario de Deuteronomio está relacionado con la renovación del pacto en Siquem.

A través de los actos rituales relacionados con la ratificación del pacto y de la promulgación de la ley divina, Israel obtuvo una clara comprensión de las expectativas de Dios y de la naturaleza de su misión. La vocación de Israel como pueblo de Dios era ser un pueblo especial con un mensaje y con una misión en el mundo (Deut. 7:6; 14:2). El concepto israelita de la ley proviene de la relación establecida entre Israel y Jehová por medio del pacto.

La palabra pacto o alianza procede de una palabra hebrea berit  H1285 que significa "yugo," "obligación" o "cadena." La idea básica de la palabra pacto es de un convenio u obligación entre dos partes o personas que se comprometen mutuamente a respetar las demandas del pacto. En el AT el pacto se refiere a la relación que, por su gracia y por su amor, Dios estableció con Israel para beneficio y bendición del pueblo. La relación que existía entre Jehová e Israel estaba basada también en el compromiso de obediencia, el cual contiene las promesas y responsabilidades que deben existir entre Dios y su pueblo. El pacto tiene una calidad de permanencia. El pacto es válido mientras los signatarios son obedientes a las estipulaciones y demandas del mismo.

El pacto fue un elemento básico en la fe israelita. Dios había escogido a Israel de entre todas la naciones de la tierra para hacer su obra. Israel aceptó las demandas del pacto por su propia y libre voluntad. Dios sería para Israel su único Dios e Israel sería su pueblo, fiel a todas las obligaciones descritas en el pacto. La base histórica del pacto fue la redención de Israel de la esclavitud de Egipto por el poder de Jehová: “Vosotros habéis visto lo que he hecho a los egipcios, y cómo os he levantado a vosotros sobre alas de águilas y os he traído a mí” (Exod. 19:4). La elección de Israel, su liberación de Egipto y su jornada en el desierto fue parte del propósito de Jehová para Israel. Jehová redimió a Israel de Egipto y lo guió por el desierto y lo trajo a los pie del monte Sinaí, como el águila protege y lleva a sus polluelos sobre sus alas. Esta imagen aparece en Deuteronomio 32:10–11, donde Jehová como protector de Israel, es comparado con el águila que enseña a sus polluelos a volar.

El pacto con Israel impuso dos demandas muy importantes sobre Israel. Primera, el pacto demandaba de Israel verdadera obediencia: "Ahora pues, si de veras escucháis mi voz y guardáis mi pacto, seréis para mí un pueblo especial entre todos los pueblos. Porque mía es toda la tierra, y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y una nación santa" (Exo. 19:6; Deut. 26:18–19). La redención de Israel exigía una respuesta del pueblo. Para que Israel disfrutara los beneficios del pacto tenía que oír la voz de Jehová (Deut. 28:1–2). La base del pacto era la obediencia de Israel a las demandas de Jehová. Jehová ofreció a Israel la oportunidad de aceptar o rechazar las demandas del pacto. El pacto solamente podría ser ratificado por medio de la aceptación personal y voluntaria del pueblo. Cuando Moisés presentó las demandas del pacto al pueblo, ellos respondieron que estaban preparados para hacer todo lo que Jehová había dicho (Deut. 5:27). Segunda, Israel tenía que guardar el pacto. Guardar el pacto significaba vivir en obediencia a las demandas del pacto. El pacto entre Israel y Jehová era una manera de vivir, y por medio de la obediencia el pueblo desarrollaba su relación con Dios. El pacto era el vínculo que unía a Dios e Israel en una relación personal y controlaba y mantenía dicha relación. Si Israel era obediente a las demandas del pacto, Israel iba a gozar de una relación privilegiada con Dios. Israel también iba a recibir muchos beneficios de esta relación: Israel sería un "pueblo especial" de Jehová sobre todas las naciones.


Pueblo especial. Estas palabras describen la relación especial que Dios tenía con Israel (Deut. 7:6 14:2, 26:18). En heb. la palabra segullah  H5459 significa un tesoro de mucho valor para su dueño. Ser tesoro especial significa ser una comunidad que pertenece a Jehová, de una manera distinta a las demás naciones. Significa ser un pueblo cuya vocación es vivir una vida dedicada a hacer la voluntad de Dios en el mundo.


Reino de sacerdotes. Ser un reino de sacerdotes significaba que Israel tenía un privilegio como pueblo de Dios que las otras naciones no tenían. Israel sería un pueblo dedicado al servicio de mediar entre las otras naciones y Dios. Israel fue elegido para ejercer el ministerio de la mediación. Como nación de sacerdotes Israel tenía que hacer intercesión por el mundo entero. La función del sacerdote era representar a Dios ante todas las personas, y representar a cada persona en la presencia de Dios. Israel sería el representante de todas las naciones delante del trono de la gracia.


Nación santa. Ser nación santa significaba ser un pueblo consagrado para el servicio. La palabra "santa" significaba "separación." Israel fue separado del mundo y enviado al mundo para su vocación de sacerdote. La misión de Israel era enseñar a las demás naciones la revelación recibida de Dios. Israel tenía que proclamar la salvación que Dios había hecho en la redención de Egipto, para así traer a todas las naciones a la adoración del Dios verdadero.


LA RATIFICACION DEL PACTO

La presencia divina en el monte Sinaí fue manifestada por una gran tempestad, acompañada de truenos, relámpagos y una nube espesa que cubría la cumbre de la montaña. La tempestad indicaba que el pueblo estaba en la presencia de Dios. En el AT el trueno, el fuego y la nube están asociados con la teofanía o manifestación de Jehová. El Salmo 18 enumera los elementos de la teofanía: temblor de tierra (v. 7), densa oscuridad (v. 9), viento (v. 10), densas nubes (v. 11), granizo (v. 12), fuego (v. 12), truenos (v. 13) y relámpagos (v. 14). La grandeza y la majestad de Dios aparecen en medio de estos eventos para realzar la presencia de Dios con su pueblo.

Exodo 24:1–18 narra la ceremonia relacionada con la ratificación del pacto. Similar a los tratados de soberanía, comunes en el Antiguo Oriente, la ceremonia de ratificación incluye la lectura de la ley (24:7a), la respuesta del pueblo (24:7b), el sacrificio para afirmar la aceptación del pacto (24:5) y la cena celebrando la ratificación (24:11).

Las palabras que Moisés relató al pueblo de Israel eran probablemente "los Diez Mandamientos". Los Diez Mandamientos son también llamados "Decálogo" o "Diez Palabras". En Deuteronomio 4:13 y 10:4, donde en las Biblias en español se lee "Diez Mandamientos", en heb. se lee "Diez Palabras". 

Moisés escribió las palabras que había recibido de Jehová y edificó un altar para sacrificar el animal como parte de la ratificación del pacto. El sacrificio concretaba el pacto entre Dios e Israel. Por su parte, Jehová ofrece sus mandamientos y sus leyes a Israel, con la promesa de grandes bendiciones si el pueblo obedece fielmente su palabra (Deut. 28:1–14). Por otra parte, el pueblo de Israel que oyó la promesa de Jehová aceptó libremente las condiciones y las demandas del pacto, consciente de las consecuencias de la desobediencia (Deut. 28:15–68).

La formalización del pacto consistía en el sacrificio de una víctima, cuya sangre unía a Jehová, prefigurado en el altar, y al pueblo. Moisés ofreció dos sacrificios: el holocausto y el sacrificio de paz (vea Lev. 1 y 3). Después del sacrificio Moisés tomó la sangre y la puso en dos vasijas, simbolizando los dos participantes en la ceremonia. Parte de la sangre fue esparcida sobre el altar, simbolizando el deseo de Dios de guardar las demandas del pacto. Antes de esparcir la sangre sobre el pueblo, Moisés leyó el libro del pacto públicamente. Las lecturas de las demandas del pacto enfatizaban al pueblo una vez más la necesidad de la obediencia, y la severidad de la consecuencia de la desobediencia. El pueblo aceptó el pacto, reconociendo sus responsabilidades como pueblo especial de Jehová. El pacto fue aceptado con la misma solemne promesa de obediencia: "Haremos todas la cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos" (Exo. 24:7). Al oír la promesa de obediencia y la decisión de aceptar las estipulaciones del pacto, Moisés tomó la otra mitad de la sangre y roció al pueblo como señal de que Israel se obligaba a guardar las leyes y los mandamientos de Jehová, y a obedecer sus palabras. Después de la ratificación del pacto, la cena de ratificación fue celebrada con los representantes de Israel (Exo. 24:11).


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