El Libro de 2 Crónicas demuestra lo que la historia tiene que ver con la fe. Aún más, dice lo que la fe tiene que ver con la vida; está dirigido a las necesidades prácticas de la comunidad. Cuando Salomón y los reyes posteriores de Judá fueron obedientes a Dios, recibieron sus bendiciones; cuando se rebelaron contra El, fueron maldecidos y castigados. Al seleccionar y presentar datos históricos, 2 Crónicas demuestra una perspectiva sacerdotal que enfatiza el templo y la adoración. Esto es diferente a 1 y 2 Reyes, que son escritos desde una perspectiva profética representada por los ministerios de Elías y Eliseo.
2 Crónicas demuestra que adherirse sólidamente a la fe en el Señor, resultaría en bendiciones; pero abandonarle, traería maldiciones a la nación y a los individuos. El libro enfatiza el templo que Salomón construyó y otros aspectos de su liderato espiritual y una parte de su vida que no está descrita exactamente igual en 1 Reyes. Debido a que el reino del sur, Judá, permaneció mucho más cercano a la voluntad de Dios, frecuentemente sobresale en 2 Crónicas. En 1 y 2 Reyes se da mucha más atención a la historia de Israel, el reino del norte.
El llevar registros debió haber sido un arte altamente desarrollado en Israel en el tiempo de Salomón. Los líderes de cada nivel de la vida nacional compilaban diarios de gente y eventos importantes. Bajo la directa supervisión de Dios, el escritor de 2 Crónicas recoge material de esos registros, inclusive anales que parecen ser documentos oficiales del estado (16:11; 25:26; 28:26; 32:32; 33:18; 35:27; 36:8). El cronista también usa varias obras proféticas (9:29; 12:15; 13:22; 26:22; 32:32; 33:18; 33:19).
2 Crónicas es un libro de avivamientos intermitentes (bajo Asa: 14:2-16:14; Josafat: 17:1-21:3; Joás: 23:16-24:14; Uzías: 26:1-23; Ezequías: 29:1-32:32; y Josías: 34:1-35:27) y de rebeliones (por Roboam: 11:1-12:16; Abías: 13:1-14:1; Joram: 21:4-20; Ocozías: 22:1-9; Atalía: 22:10-23:15: Manasés: 33:1-20; Amón: 33:21-25; y Joacim: 36:5-8). El lector es confrontado ante el hecho de que las bendiciones de Dios y los juicios sobre su pueblo están en relación directa a sus respuestas a El y a su Palabra.
La edad de oro de Israel alcanzó su apogeo con la construcción del templo de Salomón. Cuando el arca del pacto, que representaba la presencia del Señor entre su pueblo, fue traída de vuelta (5:1-10), la gloria del Señor llenó el templo de tal manera que los sacerdotes no pudieron entrar y ministrar (5:11-14; 7:1-2; cp. Ex 40:34-35). La obra del Espíritu de Dios es evidente en 2 Crónicas (15:1; 20:14; 24:20). La presencia del Señor entre su pueblo en la actualidad es por medio del Espíritu Santo que mora en el creyente (Jn 14:16-17). Al igual que en el pasado, la presencia del Espíritu Santo en la vida de las personas hace que el servicio a Dios (1 Co 2:3-4) y su adoración (Jn 4:23-24) sean actividades dinámicas.
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