El mensaje de la justicia de Dios era necesario para una nación que parecía estar diplomáticamente estable y económicamente saludable; sin embargo, estaba a punto de caer. Para una sociedad que practica mucha religión exterior con muy poco resultado, la renovación sólo puede llegarle cuando las instrucciones de Dios se ponen en práctica. Amós hizo un llamado a que se aplicara la justicia de Dios bajo éstas condiciones, en su día.
Amós era nativo de Tecoa, localizado a dieciocho km al sur de Jerusalén en la orilla del desierto de Judea. El estaba muy enterado de las condiciones del mundo. Al evaluar los pecados de las naciones que rodeaban a Judá e Israel, identificó exactamente la culpabilidad de cada una de ellas. Amós rehusó ser clasificado con los “profetas” profesionales porque se habían vuelto infieles a su tarea. El era un boyero y cultivador de sicómoros (7:14), pero Dios lo sacó de esas actividades para que proclamara su verdad (7:15) en Betel, localizado a dieciséis km al norte de Jerusalén sobre la ruta principal a lo largo de un terreno montañoso. Como un centro de idolatría e inmoralidad, Betel necesitaba una proclamación genuina del mensaje de Dios (3:14; 5:5-6).
Amós comienza predicando contra los pecados que ha cometido su audiencia y contra las naciones enemigas de Israel (1:3-10). Luego continúa contra las naciones más cercanas a Israel (1:11-2:3), después con Judá (2:4-5) y finalmente contra Israel mismo (2:6-8). Antes de confrontarlos con sus pecados específicos, él establece un grado de confianza con sus oyentes.
Amós examina la vida religiosa de Betel con cuidadoso escrutinio. La gente está satisfecha; sus observancias y ceremonias son exitosas desde una perspectiva exterior (4:4-5). Pero aun sus cultos y prácticas religiosas son totalmente aborrecibles a Dios (5:21-23). Dios nunca se complace con la adoración insincera, no importa cómo se realice ésta.
Se supone que los eventos del libro de Amós ocurrieron cuando Uzías gobernaba en Judá y Jeroboam II era rey en Israel. En este tiempo Israel se encontraba en la cima del éxito; pero dentro de una generación fueron llevados al cautiverio. Aunque este fue un tiempo de prosperidad material y de poderío militar, los ricos oprimían a los pobres y el pueblo estaba desmoralizado. Un contemporáneo de Amós fue Oseas en Israel; los ministerios de Isaías y Miqueas en Judá, fueron simultáneos con el suyo.
El libro de Amós está escrito en un lenguaje claro, fuerte y dramático. El fue el profeta de la justicia de Dios. Sus palabras, Pero corra el juicio como las aguas y la justicia como una corriente inagotable(5:24), aún resuenan con autoridad y verdad. Cuán desesperadamente se necesita que esas palabras sean proclamadas en cada generación.
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