A través de la historia han habido numerosos intentos de exterminar al pueblo judío. El libro de Ester registra uno de tales complots. Muchos se han sentido molestos por el odio racial descrito en sus páginas. El lector debe recordar que el Dios soberano a veces usa las imperfecciones humanas como instrumento para lograr su voluntad. El nombre de Dios no se menciona en este libro, pero el Señor ya había indicado que habría ocasiones en que El escondería su rostro (Dt 31:17-18). Cuando uno se da cuenta de lo que Dios logró por medio de Ester y Mardoqueo, el libro demuestra vívidamente el cuidado soberano de Dios por su pueblo mientras El está activo detrás del escenario.
Jesús validó este libro al reconocerlo como parte integrante de las escrituras hebreas (Lc 24:44). Ester comienza con una fiesta por Jerjes en el año 483 a.C. y concluye con la fiesta de Purim en el 474 a.C. Cronológicamente, los eventos relatados en el libro de Ester sucedieron entre los capítulos seis y siete de Esdras. En Ester, Asuero es otro nombre para Jerjes, el egoísta emperador persa (1:10-22) que gobernó del 486-465 a.C. El libro fue escrito entre 464 y 435 a.C., después de su reinado (10:2-3).
Cuando Ester llegó a ser reina, su primo Mardoqueo (2:7, 15) le habló acerca de un complot para asesinar al rey. Como resultado, el asesinato se frustró y la vida del rey fue librada (2:21-23), pero la acción de Mardoqueo no fue reconocida. Con el tiempo, Amán, uno de los consejeros de Jerjes, insistió en que todos se inclinaran ante él (3:1-2). Cuando Mardoqueo rehusó hacerlo, Amán se enfureció y obtuvo un decreto de Jerjes en el cual decía que todos los judíos en su imperio fueran masacrados (3:7-15). Al saber esto, Mardoqueo se entristeció y procuró una oportunidad de pedirle a Ester que intercediera ante el rey (4:1-17).
Cuando Ester se acercó a Jerjes, él ofreció escucharla. La reina pidió que se le permitiera hacer una fiesta el día siguiente en honor de él, Amán y ella misma (5:1-14). Esa noche Jerjes tuvo insomnio y ordenó a sus sirvientes que le leyeran de los archivos del estado (6:1). Por primera vez él se enteró que Mardoqueo había prevenido su asesinato (6:2-3). La siguiente mañana el rey le preguntó a Amán cuál sería lo mejor para una persona a quien él quisiera honrar. Creyendo Amán que él era quien sería honrado, sugirió que tal persona fuera vestido con prendas reales y lo pasearan por la ciudad en un caballo real conducido por uno de los príncipes más nobles del rey. El se desilusionó cuando supo toda la verdad (6:4-14). Esa noche, en el banquete que Ester había preparado, reveló que ella y su pueblo estaban bajo un edicto de muerte (7:1-6). Cuando se reveló que Amán era el villano, fue colgado en la horca que él había preparado para Mardoqueo (7:7-10).
Debido a las leyes persas, el rey estaba imposibilitado de anular lo que había decretado (8:8), pero publicó un segundo edicto donde permitía a los judíos que se defendieran y atacaran a quienes vinieran contra ellos (8:9-17). Cuando llegó el día del decreto, los judíos mataron más de 75,000 de sus enemigos (9:16). El pueblo judío se regocijó, y desde entonces ellos celebran esa victoria en la fiesta de Purim (9:20-22). El libro de Ester se lee durante esta fiesta anual. Ester es una historia de preservación.
Muchos judíos, entre ellos Ester y Mardoqueo, permanecieron en Persia después que un decreto de Ciro les instó a regresar a Jerusalén (Esd 1:1-4); sin embargo, el hecho de no haber respondido al liderato de Zorobabel y regresar a su patria ancestral (Esd 1:1-6:22) de ninguna manera los excluye de la esfera del cuidado providencial de Dios (Sal 121:4). El propósito de Dios para su pueblo es incambiable. Dentro de la esfera del fracaso humano, el Señor permanece fiel y no se niega a sí mismo(2 Ti 2:13). Así como Ester halló favor (gracia) ante un rey terrenal (2:15; 5:2, 8; 7:3; 8:5), también los creyentes lo hallan ante el soberano Señor, el Rey de reyes (Jud 1:24-25). La gracia de Dios, concediéndonos lo que no merecemos, es algo extraordinario.
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