Una oportunidad impedida en Asia (Hch 16:6-8); un misionero respondiendo al llamamiento de Dios para ir a servir en otro continente (Hch 16:9, 10); una exitosa mujer de negocios de visita en lo que hoy es Grecia (Hch 16:14). Estas circunstancias llegaron a ser la fórmula que Dios usó y que produjo el primer convertido a la fe cristiana en Europa. De principios tan sencillos se desarrolló la iglesia en Filipos (Hch 16:12-40). El apóstol Pablo se encontraba en su segundo viaje misionero con Silas y Timoteo, sus compañeros de viaje esa vez, que fueron testigos de los interesantes factores anteriores.
La ciudad de Filipos tomó su nombre de Felipe II de Macedonia, padre de Alejandro Magno, quien conquistó la región en el cuarto siglo a.C. En el año 42 a.C. allí se llevó a cabo una batalla famosa en la cual Antonio y Octavio derrotaron las fuerzas rebeldes de Bruto y Casio. Muchos veteranos de guerras romanas vivieron el resto de sus vidas en esta colonia (Hch 16:12). Para un ciudadano romano era casi como vivir en Italia misma, con su idioma, su cultura y con su protección legal.
Filipos contaba con una pequeña población judía (Hch 16:20, 21). Puesto que la ciudad carecía del mínimo de diez hombres casados para formar una sinagoga, Pablo y Silas ministraron en un área pública a la orilla de un río donde varias mujeres estaban reunidas para orar (Hch 16:13). Lidia, una mujer de negocios que viajaba de Tiatira, Asia, estaba entre los que escucharon a Pablo un día de reposo. Ella puso su fe en Cristo en respuesta a la predicación de Pablo. También una adivinadora fue liberada de posesión demoníaca (Hch 16:16-18). Los agentes de esta adivinadora, enojados a causa de la pérdida de ingresos, hicieron que Pablo y Silas fueran echados a la cárcel (Hch 16:19-24). Como a medianoche ocurrió un terremoto (Hch 16:25, 26); el carcelero se convirtió y fue bautizado junto con otros de su familia (Hch 16:31-34).
Pablo visitó a los cristianos de Filipos en su tercer viaje misionero (Hch 20:6). El escribió esta carta a los filipenses (1:1) durante su encarcelamiento en Roma (1:7, 13, 14; 4:22; cp. Hch 28:16). Debe haberse escrito alrededor del año 61 d.C., poco antes de su anticipada liberación (1:12, 13, 23-26; 2:23, 24). La carta fue llevada por Epafrodito, quien se había recuperado de una enfermedad casi fatal mientras visitaba a Pablo en Roma (2:25, 26).
Esta epístola incluye una breve autobiografía (3:4-7). La mención de Timoteo por Pablo (1:1) sugiere que él fue un ejemplo de humildad al ministrar, según el pensamiento de los filipenses (2:19-24). Algunos creen que esta es la respuesta de Pablo a una carta que recibió de la iglesia de Filipos (3:2; 4:10).
Un tema frecuente en filipenses es “el gozo”, mencionado 16 veces [1:4, 18(2), 25; 2:2, 17(2), 18(2), 28, 29; 3:1; 4:1, 4(2), 10]. Pablo se goza en su unidad con estos cristianos a quienes él ama. Les hace ver que al participar ellos de la abundante gracia de Dios, les da gozo cristiano en medio de circunstancias adversas (1:7).
En el capítulo 1, Pablo escribe del gozo y de las maneras en que éste se puede aumentar aun en el sufrimiento, e incluye un informe muy positivo de sus propias circunstancias (1:12-26). El segundo capítulo contiene varias ilustraciones del gozo al servir, comenzando con el ejemplo por excelencia: la humildad y exaltación de Cristo mismo (2:1-11). Las cosas que acompañan el gozo de la salvación de los creyentes están enfocadas en el capítulo 3. Los filipenses son advertidos acerca de algunos que andaban abogando por las buenas obras como substituto de la justicia que se recibe por fe (3:2-11). Finalmente, en el capítulo 4, Pablo escribe acerca de lo que produce el gozo. El agradece a los filipenses por sus generosos donativos (4:15-20) y su contribución para los creyentes de Jerusalén (2 Co 8:1-5).
El escritor de esta carta nunca se refiere a sí mismo como “apóstol.”Esto era innecesario porque la iglesia en Filipos nunca cuestionó ni el apostolado ni la autoridad de Pablo, como lo hicieron algunos en Corinto y Galacia (véase las respectivas Vistas Panorámicas). La carta no contiene corrección sobre errores doctrinales dentro de la iglesia de Filipos, ni reproche por faltas serias. Filipenses es una de las cartas de Pablo más llenas de afecto. El contagio del gozo de Filipenses puede ser apropiado personalmente, al meditar en las verdades que contiene.
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