Los lectores son descritos de varias maneras interesantes a través de esta primera carta del apóstol Juan. Ellos ya eran creyentes (2:19; 3:1; 5:13) en la familia de Dios (2:12-14). Conocían la verdad espiritual (2:21), aunque algunos maestros falsos habían salido de entre ellos (2:18-19). Estaban en peligro de amar el mundo (2:15-17) y de ser indiferentes a otros cristianos necesitados (3:15-18). Después de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C, Juan tuvo un ministerio extenso en Éfeso y era responsable de las iglesias en otras ciudades de Asia Menor (Ap 2-3). Puesto que él no hace referencia a la terrible persecución bajo el emperador Diocleciano en el 95 d.C, la carta se escribió probablemente desde Éfeso entre el 89-91 d.C. Fue enviada a varias iglesias por las que el apóstol tenía mucha preocupación.
El apóstol Juan consideraba que los incrédulos no debían estar en la familia de Dios; así que él acentúa la doctrina de la regeneración (el nuevo nacimiento). El desea que sus lectores estén seguros de que ellos realmente están en la familia de Dios, por eso en la primera parte de la carta él resume varias confirmaciones del nuevo nacimiento (1:1-2:29). La relación de los creyentes con Cristo es mencionada (1:1-2:6), lo que implica la vida eterna (1:1-4), también la genuina comunión (1:5-10), la defensa justa por Cristo (2:1-2) y la obediencia a sus mandamientos (2:3-6). La relación de los creyentes con otros hijos de Dios (2:7-14), con sus enemigos (2:15-27) y con las cosas que El ha preparado para los creyentes eternamente (2:28-29), se muestran como confirmaciones claves de haber nacido en la familia de Dios.
Una vez que el nacimiento es confirmado, la conducta dentro de la familia de Dios necesita ser descrita (3:1-5:21). La enseñanza práctica que Juan da en la última parte de su carta se expresa en términos de la naturaleza de Dios (3:1-24), su amor (4:1-21) y sus certezas (5:1-21), que deben expresarse por el creyente en su vida diaria. Estos aspectos de la vida del cristiano sirven como un testigo poderoso a la autenticidad de la fe cristiana.
Anticristos (2:18), mentirosos (2:22), hijos del diablo (3:10) y falsos profetas (4:1) unieron sus fuerzas en Asia Menor para engañar a los cristianos y alejarlos de la verdad (2:26; 4:6). Juan testifica de la realidad del cuerpo físico de Cristo (1:1-4) para contrarrestar la enseñanza del docetismo, que niega que Dios pudiera tomar forma humana (4:2-3). Cerinto, un maestro falso, enseñó que “Cristo” descendió sobre Jesús en su bautismo y lo abandonó antes de su muerte, lo cual es otro error expuesto por Juan (5:6). Estos aspectos del gnosticismo incipiente eran típicos en las enseñanzas erróneas, y el escritor de esta carta los confronta.
El último testigo ocular sobreviviente de la vida terrenal de Jesús, el discípulo a quien El amó (Juan 21:20, 24), menciona el amor más de cincuenta veces en esta breve carta. Ciertamente la mejor defensa contra la idolatría en la vida del creyente (5:21) es saber cuánto le afecta esto a Dios, cuyo amor insuperable el idólatra desprecia.
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