Pedro (que significa “piedra”), el escritor de esta carta (1:1), fue nombrado así por Jesús cuando su hermano Andrés se lo presentó (Jn 1:40-42). El era nativo de Betsaida (Jn 1:44), una pequeña aldea pesquera en la costa del norte del Mar de Galilea. Después vivió en Capernaúm (Mt 8:5, 14) donde él trabajó como pescador. Lo que queda de su casa, donde Jesús a menudo se hospedó, puede verse hoy en día. La suegra de Pedro fue sanada por Jesús (Mr 1:29-31). Fue un testigo ocular de los sufrimientos de Cristo (5:1), y la tradición dice que él fue crucificado con la cabeza hacia abajo en un lugar no muy distante de Roma en el año 67 o 68 d.C. El experimentó en carne propia muchas de las formas de sufrimiento acerca de las cuales escribió.
Pedro indica que está escribiendo desde Roma, porque saluda desde Babilonia, lo que probablemente era una palabra en clave para Roma. Es claro que Marcos, quien estaba con Pedro cuando él escribió (5:13), había estado en Roma durante el primer encarcelamiento del apóstol (Col. 4:10). Nerón incendió a Roma en julio del 64 d.C., y culpó a los cristianos de todo el imperio por actos escandalosos, acelerando así su persecución. Pedro escribió esta estimulante carta a fines del 64 o a principios del 65 d.C. y fue llevada por Silvano (5:12). El asunto clave, dirigido en una manera oportuna, es “¿Cómo deben portarse los cristianos en medio de la inmerecida animosidad contra ellos?”
Los recipientes de la carta eran principalmente cristianos desterrados y dispersados a través de cinco provincias (1:1) en lo que hoy es Turquía. Aunque algunos convertidos judíos pueden haber estado entre los primeros lectores, parece claro que la mayoría eran gentiles. Son descritos como que vivían en ignorancia espiritual antes de su conversión (1:14), sumidos en tinieblas y sin identidad como pueblo (2:9-10) e involucrados en conducta inmoral (4:3-5).
La experiencia cristiana de la gente a quien Pedro escribió era una mezcla de bendición y sufrimiento. Había la posibilidad del sufrimiento por hacer el mal (2:20; 4:15), cosa que no debe ocurrir en un creyente. También habría sufrimiento según la voluntad de Dios (4:19). Tal sufrimiento era de esperarse (4:12) y se debería resistir pacientemente (2:20), sin venganza (3:9), pero con gozo (4:13). Los creyentes no deben tener problema con ese tipo de pruebas (3:14), sino que deben considerar las muchas bendiciones que resultan de ellos (1:6-7; 2:19-20; 3:14; 4:14). Pedro les recuerda a sus lectores que Cristo sufrió (1:11; 2:21, 23; 5:1) y proporcionó un ejemplo de cómo triunfar sobre tales situaciones (2:21; 4:1-2). Usando siete palabras diferentes para sufrimiento, el apóstol Pedro comienza su carta en una manera emotiva, recordándole a sus lectores de su propia confianza y experiencia (1:3-2:10). Esta confianza se basa en lo que Dios le ha proporcionado a cada creyente. La conducta correcta de los cristianos en el sufrimiento es algo crucial (2:11-12) y puede ser aplicado en la comunidad (2:13-25), la familia (3:1-12), e incluso hacia adversarios que atacan la conducta (3:13-17) y el carácter de los creyentes (4:1-6). La conducta deseada está ilustrada ampliamente por el sufrimiento de Cristo (2:21-25; 3:18-22). Los cristianos deben servirse el uno al otro al usar sus dones espirituales (4:7-11) y alentarse entre sí con actitudes sanas (4:12-19). Los líderes espirituales son desafiados a edificar a los suyos (5:1-5) y la guerra espiritual debe ser emprendida para mutua protección (5:6-11).
Con un saludo de paz, tanto en la apertura (1:1-2) como en las observaciones finales (5:12-14), la carta de Pedro proporciona recursos necesarios para los creyentes que resisten pruebas por amor de la fe en Cristo; y es una fuente perpetua de estímulo a cada generación de cristianos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario