Panorama de Nahúm

“Mía es la venganza, yo pagaré", dice el Señor (Dt 32:35; Ro 12:19; He 10:30). La brutalidad humana es un grave insulto a la justicia de Dios; tales casos claman que se lleve a efecto la venganza de Dios. Asiria era una nación poderosa que se enorgullecía de su violencia al glorificar la crueldad de sus soldados y reyes. Tal actitud es abominación; Nahúm declaró que Dios juzgaría su capital, Nínive, una ciudad sangrienta (3:1).

Parece irónico que alguien cuyo nombre significa “consolador” o “compasivo” debía anunciar un juicio de venganza. El mensaje de la destrucción del enemigo traería consuelo a Israel. En realidad Nahúm se regocijaba de que la justicia de Dios estaba siendo vindicada. Nahúm, el autor del libro que lleva su nombre, era nativo del pueblo de Elcos (1:1). El profetizó cuando Asiria era el imperio dominante en el mundo y Nínive la más poderosa ciudad. El rey de asiria, Esarhadón (681-669 a.C.), ya había conquistado Egipto. Su hijo, Asurbanipal (669-633 a.C.) fue un rey muy erudito, que estableció grandes bibliotecas y palacios hermosos. Es impresionante que estando Asiria en su más alto apogeo, Dios le haya dado a Nahúm el mensaje de que Nínive sería destruida.

Nínive era una ciudad muy antigua construida por Nimrod, el gobernante del primer imperio mundial (Gn 10:8-12). Una ciudad magnífica en el tiempo de Jonás, que se arrepintió y su destrucción fue demorada por cien años. Fue reedificada y fortificada por Senaquerib (705-681 a.C.), el padre de Esarhadón. Nínive tenía un formidable sistema defensivo que consistía de muros de unos 20 metros de alto y unos 20 kilómetros de largo que rodeaban la ciudad; tenía muchas torres y quince portones principales. Esta era la ciudad cuya caída Nahúm predijo. Una coalición de babilonios, medos y escitas destruyó a Nínive en forma tal, que cuando Alejandro Magno pasó por el sitio anterior de la ciudad no advirtió que ahí había estado Nínive. La profecía de Nahúm se cumplió al pie de la letra en el año 612 a.C.

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