Pablo había sido sentenciado a dos años de prisión por causa de su fe (1:24; 4:3, 10, 18; Hch 28:30). ¿Cómo reaccionaría él a las noticias tristes (2:8, 20-21) acerca de gente que aún no había conocido (1:4, 7, 8; 2:1), pero por quienes él se preocupaba mucho (2:1-3; 4:18)? Este era el dilema que el apóstol Pablo encaró cuando Epafras, el fundador de la iglesia en Colosas, lo visitó en Roma por varios días (1:3-8; 4:12; Flm 1:23). En el año 60 d.C., Pablo fue motivado a escribir esta carta a la iglesia de Colosas (1:1, 23; 4:18) y la envió con el eficiente Tíquico y con uno de su propio equipo, Onésimo (4:7-9). Colosas estaba situada en el valle del río Lico en Frigia, una región de Asia Menor. Sus habitantes eran nativos de Frigia, colonizadores griegos y muchos judíos. Pablo había viajado por esta área, pero no había visitado Colosas (2:1). En su segundo viaje misionero él no visitó Colosas porque el Espíritu Santo le había prohibido que predicara en Asia (Hch 16:6). En su tercer viaje él otra vez pasó de largo la ciudad, optando en su lugar viajar por “las regiones superiores”a Efeso (Hch 19:1). Durante el largo ministerio de Pablo allí, sin embargo, es claro que él consideró no sólo Colosas, sino también Hierápolis y Laodicea como parte de su área a ministrar (2:1; 4:13, 15-16).
El error que se había infiltrado en la iglesia de Colosas era complejo. Contenía elementos de legalismo judaico (2:11-16), ascetismo (2:20-23) y especulaciones filosóficas (2:8). Quizás esto haya sido el precursor de lo que en el segundo y tercer siglo se conoció como gnosticismo. Esta filosofía ocultista negaba tanto la plena deidad como la plena humanidad de Jesucristo (cp. 2:9. 1:19), y abogaba por la adoración de intermediarios entre Dios y el hombre (2:18-19). Al refutar esta insidiosa enseñanza, Pablo no la confrontó fuertemente porque estas ideas todavía no estaban completamente desarrolladas. Tampoco reprende a los creyentes de Colosas, la mayoría de los cuales no eran convertidos suyos (v. Vista Panorámica de Filemón). Más bien, el apóstol usa una estrategia eficaz: la clara presentación de las verdades del evangelio. Por esa razón esta carta contiene una de las más poderosas imágenes del Hijo de Dios (1:15-20; 2:9-15). Pablo desea que sus lectores entiendan claramente que una comprensión de la gracia de Dios motiva a los cristianos a permitirle a Cristo tener el primer lugar en todo (1:6, 18).
En un saludo más largo que lo usual, Pablo comienza la carta dándole gracias a Dios por la respuesta de los cristianos de Colosas al evangelio que Epafras ya les había anunciado (1:3-8). El ora para que continúen creciendo en sabiduría, de modo que lleguen a entender completamente lo que involucra su redención por medio de Cristo (1:9-14). Esas oraciones eran apropiadas porque los maestros herejes se ufanaban de tener un conocimiento superior (2:3-4). En el resto del capítulo 1 y en el 2, Pablo escribe acerca de la supremacía de Cristo. La posición planeada por Dios para su Hijo (1:15-23), el misterio de Dios proclamado por Pablo (1:24-2:3) y la salvación de Dios provista por medio de Cristo (2:4-23), todo esto señala a Jesucristo ocupando el primer lugar en todo (1:18). El es la verdad eterna de Dios, la respuesta a toda forma de error prevaleciente en Colosas.
Con estas verdades expuestas claramente, Pablo indica cómo la supremacía de Cristo debe ser aplicada en la vida diaria cristiana. Los capítulos 3 y 4 (hasta el vers. 6) tratan estos asuntos prácticos. A las dinámicas de la nueva vida del creyente (3:1-17) le siguen los deberes de esa nueva vida en el hogar (3:18-21), en el trabajo (3:22-4:1), en la oración (4:2-4) y entre los no creyentes (4:5-6). En los saludos finales, Pablo menciona varias personas que estuvieron con él en Roma o en Colosas (4:7-17), y concluye con su propia firma (4:18).
Esta primera carta, de las cuatro que Pablo escribió durante su primer encarcelamiento en Roma, sobresale como un testimonio de que el mejor antídoto para la herejía es el punto de vista bíblico de la persona y obra de Cristo.
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