Prólogo y propósito de la carta de Efesios

PROLOGO

La epístola a los Efesios es la exposición más elocuente sobre la obra que hizo Dios en Cristo Jesús en beneficio de la humanidad pecadora. En ella el apóstol Pablo sube hasta la cumbre de la alabanza con palabras elocuentes que revelan un concepto claro y panorámico del propósito eterno de Dios realizado en Cristo Jesús. Este propósito se está llevando a cabo por medio de la iglesia, la cual es el cuerpo de Jesús, la cabeza de ella.

El autor provoca con su pluma ágil sentimientos de éxtasis al conducir al lector por lugares celestiales, o sea por esferas espirituales. Con la misma destreza trae al lector de regreso a la tierra, a la realidad de la vida actual. Como artista, dibuja magníficos cuadros de la gracia divina manifestada en Jesús y hecha realidad por medio de la fe en nosotros, los creyentes.

La epístola es una experiencia completa de adoración. En ella hallamos un himno de alabanza con tres estrofas y el coro. Hay plegarias. El autor proclama la verdad divina y la aplica a los oyentes a quienes exhorta con consejos prácticos y amplios para una vida santa y victoriosa. Leer esta epístola es una experiencia sublime en la cumbre de los pensamientos del apóstol Pablo.

Vale la pena detenernos un poco para examinar este discurso fecundo y elocuente emitido a todos los santos y fieles en Cristo Jesús en todos los lugares y para todos los tiempos. Pero antes, conviene que consideremos algunos asuntos pertinentes a esta epístola, tales como el autor, los destinatarios, las condiciones que originaron la carta y algunas de las características de ella.


CONDICIONES QUE ORIGINARON LA EPISTOLA

Esta carta es la obra maestra del Apóstol a los gentiles; es como una sinfonía majestuosa que armoniza varios conceptos grandes. Pero, como en una pieza musical, siempre se puede sentir la vibración de un tema específico que se entreteje por toda la obra. El tema fundamental de esta epístola es: La gloria de Dios en la iglesia. Pablo presenta a Dios como el arquitecto divino y a Cristo como el fundador y constructor de la iglesia. Si es así, podemos decir que Pablo es el mejor intérprete de la iglesia de Cristo, y esta epístola es uno de sus mejores tratados. Este intrépido embajador de Cristo se dedicaba a establecer iglesias en Asia y Europa. Las confirmaba en la fe y la doctrina de Cristo por medio de visitas personales y correspondencia (Hech. 15:41; 16:5). Se preocupaba por el crecimiento y bienestar de ellas. Esta carta es evidencia de esta preocupación pastoral.

Cristo había anunciado su plan de edificar su iglesia sobre la roca de la fe de los creyentes en él (Mat. 16:16). Aunque la Biblia no nos dicta el momento preciso cuando tuvo lugar este acontecimiento, bien podríamos concluir que la iglesia de Cristo se iba formando de los apóstoles y demás discípulos entre la ascensión de Cristo y el día de Pentecostés, culminándose en ese día glorioso. Los 120 creyentes reunidos en el aposento alto constituyeron el núcleo de esta iglesia en formación. La venida del Espíritu Santo sobre ellos fue el sello de autenticación tanto de la fe como del mensaje y la misión de la iglesia.

Estamos seguros de dos hechos, entre otros: la intención divina de establecer la iglesia y la venida del Espíritu Santo sobre ella. Este último acontecimiento sucedió en el día de Pentecostés, la fiesta en que los judíos fieles adoraban a Dios con las primicias de sus cosechas. Pocos días después de haber ascendido Jesús, él cumplió la promesa que había hecho a sus discípulos de enviarles el Espíritu Santo y capacitarlos para testificar de él en todo el mundo (Juan 14:15–18; 16:7–15 y Hech. 1:5 y 8). El cumplimiento de esta promesa se relata en Hechos 2, cuando vino el Espíritu Santo sobre la iglesia reunida en Jerusalén durante una de las fiestas más concurridas de los judíos. Estaban presentes en la ciudad miles y miles de los fieles procedentes de todo el mundo conocido de aquel tiempo.

Nos parece que el acontecimiento más importante y espectacular en esa ocasión fue 3.000 almas de entre la multitud que oyó en su propio idioma el evangelio proclamado, creyeron en Cristo, fueron bautizados y se juntaron al pequeño grupo con que comenzó la iglesia. En esta ocasión la iglesia diseñada por Dios, edificada y gobernada por Cristo y saturada con y movilizada por el poder del Espíritu Santo, tomó cuerpo e inició su marcha al través del mundo y la historia.

Sus primeros éxitos se registraron en Jerusalén y Judea. Pero allí se quedó porque los primeros líderes todavía no habían comprendido el propósito misionero de la iglesia, que era alcanzar a todas las naciones (grupos étnicos) con el misterio del evangelio de salvación por medio de la fe en Jesucristo. No salieron de los límites fronterizos de Jerusalén y Judea hasta que Dios permitió que una ola de persecución azotara a la tierna iglesia cristiana. Esta provocó una dispersión rápida de los creyentes a diferentes partes. Hizo que los creyentes recién convertidos, pero llenos del Espíritu Santo, hablasen de Cristo, su vida, muerte y resurrección dondequiera que fueran, con el resultado consecuente de la salvación de almas arrepentidas. Por ejemplo, Felipe en el desierto de Gaza con el etíope y en Samaria; Pedro, en Cesarea con un oficial del ejército romano, después de haber sido convencido por el Espíritu Santo de que Dios no hace distinciones y que el evangelio era para el oficial romano al igual que para el judío; y los creyentes que llegaron a Antioquía de Siria, donde un gran número de gentiles creyó también en Cristo. La iglesia joven estaba saliendo paulatinamente del molde cerrado y estrecho del mundo del judaísmo. Estaba mudándose de un capullo que la restringía, tomando una forma madura que se movía con libertad como la bella mariposa que apenas se libra de su capullo. 

Antioquía fue la base de lanzamiento de la primera empresa misionera hacia países lejanos, de la cual Pablo fue uno de los socios principales. Este hombre que antes había participado en la persecución de la iglesia, que encarcelaba a los creyentes y aprobaba su muerte, se había convertido en un seguidor de Cristo de manera singular y espectacular (Hech. 9:1–19). Siendo una persona preparada en la Palabra del Señor, o sea lo que conocemos como el AT y los escritos tradicionales de los judíos, al convertirse a la fe en Cristo llegó a ser el mejor intérprete de su evangelio. Siendo fariseo y ex discípulo de Gamaliel, el respetado maestro de Jerusalén, Pablo pudo defenderse con agilidad y astucia contra los argumentos de los mismos fariseos entre quienes había militado en otro tiempo. Siendo también ciudadano romano por nacimiento él pudo movilizarse con facilidad por el imperio romano y aprovecharse de los derechos que correspondían a un ciudadano.

Pablo se valía de estas ventajas a medida que avanzaba a través de Asia, Macedonia, Acaya y ahora en Roma, predicando el evangelio, estableciendo y confirmando iglesias en los mayores centros poblados del Imperio Romano. Había cumplido bien y fielmente la misión con la cual había sido encargado aquel día cuando el Cristo resucitado se le apareció en el camino para darle un nuevo rumbo en la vida. Hasta inclusive había logrado su ambición de anunciar el evangelio en Roma en la propia casa de César, después de haberlo proclamado ante los gobernadores importantes en Judea. Había acabado la jornada. El final de la carrera estaba a la vista. Sus días sobre la tierra eran contados. Había tiempo para meditar, orar y reflexionar.

De repente recibió noticias de las iglesias en Asia. Es probable que Epáfras acababa de llegar de Colosas con noticias de la iglesia de ese lugar (Col. 1:7, 8). Esto hizo que Pablo escribiera a esa iglesia que no había conocido personalmente. Eleva una oración de gratitud al Señor por los hermanos (Col. 1:3–14), afirmando la esperanza que os está guardada en los cielos. Afirma la doctrina de Cristo y estimula la fe de los creyentes (Col. 1:15–29). Puesto que había recibido noticias de los colosenses por medio de Epáfras, el Apóstol aprovechó para enviarles una carta de regreso. Había mucho movimiento entre Roma y las provincias debido al sistema de caminos que el gobierno había construido para el fácil movimiento de sus ejércitos, las autoridades consulares y el comercio, y debido al régimen de paz que predominaba en aquella época.

Puesto que Pablo estuvo preso en un lugar de Roma, los creyentes que llegaron allí fácilmente podrían comunicarse con él. Uno de ellos fue Tíquico, que ahora regresaba a Colosas junto con Onésimo. Conmovido por las noticias recibidas de Colosas y la preocupación pastoral que él sentía por ellos, les escribe. Aprovecha la misma ocasión del viaje de Tíquico y el mismo sentido de urgencia para escribir a otras iglesias vecinas del valle del río Lico, incluyendo la de Laodicea (Col. 4:7–9, Ef. 6:21, 22).


CARACTERISTICAS DE LA EPISTOLA

Parece que el Apóstol quiere aclarar y solidificar a la vez el concepto de la iglesia de Cristo como el verdadero reflejo del propósito divino. En Efesios Pablo concentra toda su teología para afirmar una vez por todas la primacía de la iglesia bajo el señorío de Jesucristo. Nos hace ver cuál ha sido el propósito eterno de Dios, cómo lo logró en Cristo Jesús y cómo lo está manifestando en el mundo actual por medio de la iglesia. Es un vistazo completo que nos presenta en forma de panorama el plan divino concebido en la mente de Dios en lugares celestiales desde antes del comienzo. Traza el desarrollo de este plan por medio de Cristo Jesús. Presenta la iglesia como una nueva humanidad y la agencia escogida para comunicar a los gentiles el mensaje de salvación por fe en Cristo. También describe a la iglesia como el pueblo de Dios y la morada del Espíritu Santo. Está siendo preparada como una iglesia gloriosa que no tenga mancha ni arruga ni cosa semejante (5:27) para la venida de Cristo en gloria, cuando ésta será recibida como su esposa ideal. ¡Qué pensamientos tan grandes y profundos!

La epístola a los Efesios presenta la gloria de Dios en la iglesia como cuerpo del cual Cristo es la cabeza. El doctor B. H. Carroll dice que se enfatiza la relación de Cristo con la iglesia, haciéndose más énfasis en la iglesia que en la persona de Cristo. En cambio, Colosenses enfatiza la grandeza de Cristo en relación con el Padre. Las dos cartas son complementarias y a veces paralelas. En muchos casos lo que dice Pablo en la una, lo repite en la otra. Hasta los vocabularios son similares. Se afirma que hay por lo menos 32 versículos paralelos entre Efesios y Colosenses. Este hecho fortifica la idea de que Pablo, después de haber escrito a los colosenses, decidió escribir una carta que circulara entre las demás iglesias del área, siendo Efeso la ciudad principal. El quiere confirmarles en la gloriosa tarea de vivir victoriosamente sobre la tierra para lo que es, ha sido y siempre será el propósito de Dios: su gloria eterna.

Esta gloria ha sido revelada en Cristo y se ha manifestado en la iglesia, la cual Pablo describe como cuerpo (1:22, 23), edificio o templo (2:19–22), esposa (5:22–31) y finalmente como ejército vigilante y vencedor (6:10–18). Además, el doctor Carroll sugiere que en esta epístola se encuentran los tres grandes sentidos neotestamentarios de la palabra iglesia: La iglesia concebida en la mente de Dios como una unidad, todos los escogidos; la iglesia como una institución; y la iglesia como una congregación particular. 

Sin duda esta epístola es el “manifiesto de la iglesia”. Estamos de acuerdo con lo que dice Barclay en su comentario sobre Efesios: “Nadie tuvo jamás una visión tan grande de Cristo como la que lo conciba centro único en el cual todas la desuniones de la vida se resuelven en unidad. Nadie jamás tuvo una visión más grande de la iglesia que la que ve en ésta el instrumento de Dios para la reconciliación universal.” 

Dicho todo esto, estamos listos para embarcar en la nave que nos levantará hasta lo más alto del pensamiento paulino y nos hará explorar hasta lo más profundo de su concepto de la gloria de Dios. Pero, no antes de orar juntos con el anciano Apóstol a los gentiles:

Pido que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación en el pleno conocimiento de él; habiendo sido iluminados los ojos de vuestro entendimiento, para que conozcáis cuál es la esperanza a que os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la inmensurable grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, conforme a la operación del dominio de su fuerza (1:17–19).


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