Propósito y temas principales del libro de Mateo

EL PROPOSITO DEL EVANGELIO

Llegamos ahora al último elemento introductorio que será útil en nuestro deseo de interpretar correctamente el Evangelio de Mateo: el propósito del libro. En realidad el propósito es, en sí, una de las características distintivas del Evangelio, pero por su importancia merece una clasificación aparte.

Puesto que Mateo no establece explícitamente su propósito, contrario al caso de algunos libros canónicos (ver Juan 20:30, 31; Hech. 1:1–8; etc.), es necesario deducirlo del mismo texto del Evangelio y de su contexto histórico.

Habiendo establecido que el autor del primer Evangelio fue Mateo Leví; quien ministraba como líder y maestro en una comunidad compuesta mayormente de judíos, pero con un grupo creciente de gentiles; que escribió su evangelio después de Marcos y que utilizó material de éste; que la fecha de composición fue entre 50 y 70 d. de J.C.; y habiendo examinado algunas de las principales características distintivas del Evangelio (estructura, palabras clave, uso del AT y temas especiales), tenemos ahora acceso a los elementos necesarios para determinar el propósito que Mateo tuvo cuando se sentó a escribir su Evangelio, o mejor, el propósito que el Espíritu Santo tuvo cuando inspiró a Mateo a escribir su Evangelio.

Mateo estaba integrado en una comunidad, o iglesia, que enfrentaba algunas necesidades comunes al cristianismo en todas las generaciones. El quiso proporcionar a esa comunidad una herramienta eficaz para realizar un ministerio triple: (1) defender sus creencias de los ataques de los adversarios judíos, especialmente de los líderes del judaísmo oficial, (2) instruir a los nuevos convertidos del paganismo y (3) ayudar a los miembros de la comunidad a vivir una vida disciplinada por el ejemplo, las obras y las enseñanzas de su maestro y señor. Es pues un libro (1) apologético, (2) doctrinallitúrgico y (3) eclesiástico. El énfasis apologético es el más evidente al lector. Este énfasis se puede resumir en la frase: “Jesús es el Mesías.” Todos los pactos, símbolos, figuras y profecías del AT se cumplen en él. El es la verdadera consumación de la religión de Israel. Para lograr este propósito, Mateo emplea nada menos unas cien citas, directas o indirectas, del AT.


TEMAS PRINCIPALES

I. Ya hemos presentado como título general del Evangelio: “El Rey y su reino”. Bajo este tema general, encontramos varios temas dominantes que corren a través del Evangelio y que apoyan el tema general: la persona de Jesucristo; el reino de los cielos; la iglesia cristiana; el conflicto con los fariseos, entre otros.

Sin lugar a dudas, la persona de Jesucristo es el tema más destacado y de más importancia en el desarrollo del Evangelio de Mateo. El autor presenta el origen divino y humano de Jesús, su identidad, misión, autoridad, dones, demandas, obras y enseñanzas.

Los títulos mesiánicos que se le asignan a Jesús revelan distintas facetas de su persona: Hijo del Hombre; Hijo de David; Rey de los Judíos; Emanuel, una vez; Hijo de Dios, o “Hijo” cuando se entiende “Hijo de Dios”; Siervo de Dios, una vez; Señor, una vez, por Jesús mismo, y múltiples veces como título de honor; Cristo, trece veces: es llamado y se llama a sí mismo “maestro” (10:24 ss.; 23:8; 26:18); y como “profeta” (10:41; 13:57; 16:14; 21:11, 46). Más que los títulos, las obras de Jesús revelan quién era y para qué había venido al mundo. Salvó a los hombres de sus pecados, proveyó la interpretación correcta a la ley de Moisés, fundó la iglesia, discipuló a los doce, denunció a los enemigos, echó fuera demonios, sanó a los enfermos y venció la muerte.

Mateo presenta a Jesús con atributos humanos y divinos. Tuvo un nacimiento humano de la virgen María, pero es llamado “Emanuel” (Dios con nosotros); lleva el título “Hijo de David” e “Hijo del Hombre”, pero también “Hijo de Dios”. Por un lado Jesús experimentó hambre, sed, cansancio y tentación; por otro lado Mateo termina el Evangelio presentando a Jesús como el Cristo glorioso, resucitado y poseyendo toda autoridad en el cielo y en la tierra (28:18). Como tal, la promesa de Dios de “establecer para siempre el trono de David” tiene su cumplimiento en el Cristo. Este, como Rey, recibe de su Padre toda autoridad sobre cielo y tierra.

II. En segundo lugar y acompañando naturalmente el tema anterior, se destaca el tema del reino de los cielos. El término “reino”, basileía  G932, aparece unas 100 veces en Mateo. Mateo prefiere “reino de los cielos” (33 veces) al término “reino de Dios” (4 veces). Estos dos términos son esencialmente sinónimos en los sinópticos. El “reino de los cielos” se refiere al dominio o gobierno soberano de Dios sobre todo. Dios es Rey, y los que le obedecen componen su reinado. En Daniel 7:13 ss. se predice un dominio eterno que sería entregado al “Hijo de hombre”. En Jesús, esta profecía encuentra su cumplimiento perfecto.

Para entrar en el reino, uno tiene que arrepentirse, volverse a Dios y someterse a su soberana voluntad (3:2; 4:17; 7:21). El reino de los cielos es buenas nuevas: anuncia que Dios está en el trono, que es el verdadero Soberano y que dará el triunfo final a sus súbditos sobre todos los adversarios, inclusive sobre el pecado y la muerte. El reino viene también como juicio que será administrado por el Juez justo sobre toda la humanidad. El tema del juicio es prominente en Mateo. Tendrá su culminación en la Segunda Venida del Cristo.

El reino se presenta en Mateo como presente y futuro, como “ya” y “todavía no”. Como presente, el reino se inicia y se concreta en la persona de Jesucristo en su primera venida. Jesús y Juan el Bautista anuncian que el reino se ha acercado (3:2; 4:17; 10:7). Las llaves del reino son una realidad presente (16:19; 18:18 ss.). Jesús describe la naturaleza y demandas de los súbditos del reino en el “Sermón del monte”. Distintas facetas del reino se presentan en una serie de parábolas, especialmente en el cap. 13. Existe un antagonismo irreconciliable entre el reino de los cielos y el reino de Satanás.

Como futuro, el reino se manifestará en su plenitud con la Segunda Venida del Hijo de Dios. Los súbditos deben estar siempre preparados para ese evento culminante porque vendrá sin previo aviso, como ladrón en la noche (ver caps. 24 y 25). Mientras lo esperan, deben estar ocupados en la extensión del reino en el mundo. La iglesia es la agencia encargada con la misión de extender el reino.

Estos dos temas, Jesús como Rey y el reino de los cielos hecho realidad en la tierra por él, proveen una base sólida para llamar al Evangelio de Mateo “El Evangelio Real”. Todos los comentaristas reconocen este tema como uno de los principales, si no la misma esencia del Evangelio de Mateo.

III. El tercer tema destacado en Mateo es la iglesia. La iglesia está íntimamente relacionada con el reino, pero no “cotérmino” con él. El reino es el dominio soberano sobre todo el mundo, mientras que la iglesia se compone de los que voluntariamente se han sometido al dominio de Dios.

El término “iglesia”, ekklesía  G1577, se encuentra solamente tres veces en los Evangelios, y éstas solamente en Mateo (16:18; 18:17). Sin embargo, existen múltiples referencias al pueblo de Dios, o sea la iglesia, en diversos términos y analogías. El término favorito de Mateo para los seguidores de Jesús es “discípulo”, mathetés  G3101, que aparece un total de 66 veces en Mateo (262 veces en el NT), 59 de las cuales en relación con Jesús y sus seguidores.

Para Mateo, existe una clara continuidad entre Israel el pueblo de Dios en el AT y la iglesia, el pueblo de Dios en el NT, fundada por Cristo. Peregrino Marpeck, teólogo entre los anabautistas del siglo XVI, insistía en la diferencia radical entre el AT y el NT para poder contrarrestar la interpretación errada de los católicos y de los reformadores clásicos, que colocaban el NT y el AT en el mismo plano como norma de doctrina y práctica. Pero aun Marpeck admitía una continuidad entre ambos Testamentos en el sentido de que el Nuevo es el cumplimiento del Antiguo. Sin embargo, aun Mateo destacaba la diferencia radical entre las enseñanzas y prácticas de los líderes de los judíos, y las establecidas por Jesús. Por ejemplo cita a Jesús diciendo: A menos que vuestra justicia no sea mayor que la de los... fariseos... (5:20) y Habéis oído que fue dicho... pero yo os digo (5:21, 22). Aunque registra la denuncia y condenación de Jesús hacia los líderes religiosos, y aun la profecía de la destrucción de la misma ciudad de Jerusalén (23:37–39; 24:1–3), en ninguna parte insinúa que los judíos, como pueblo en sí, serían excluidos del reino. Al contrario, predice que los gentiles del este y del oeste se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos (8:11).

La misma ley y el mismo juicio se aplican por igual al judaísmo que a la iglesia. En este sentido, la ley y el juicio sirven para unir a ambos grupos en el plan de Dios. La misma demanda de fruto digno de arrepentimiento (3:8; 7:16 ss.; 21:43) justicia (5:20; 6:20) y de perfección (5:48; 19:21) rige en el AT y NT. La justicia es la marca imprescindible para poder pertenecer al pueblo de Dios, sea en el AT o en el NT. Sólo los justos estarán en pie en el juicio final (25:46).

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