AUTOR Y CIRCUNSTANCIAS
Según el texto de las primeras líneas de esta carta su autor es el apóstol Pablo, quien al momento de escribir estaba acompañado de Timoteo, su discípulo y compañero en la tarea misionera de anunciar el evangelio y establecer iglesias. La carta va dirigida a los santos en Cristo Jesús que están en Filipos. El propio Pablo había sido quien predicó por primera vez el evangelio en Filipos (Hech. 16:12–40), y al salir de esa ciudad dejó ya una iglesia formada (Hech. 16:40). Esta fundación de la iglesia tuvo lugar aprox. entre los años 49 y 52 de nuestra era. Entre los estudiosos existe un consenso mayoritario que acepta como auténtica la afirmación de la carta de que Pablo es el autor, y no ha habido razones de peso para poner en duda ese dato. Además, los temas y el estilo reflejan algunas de las notas características del resto de la literatura paulina.
En cambio no hay completo acuerdo respecto al lugar desde el cual fue escrita la carta. Pablo afirma que escribe desde una prisión (1:7, 13, 17), en la cual se encuentra por la causa del evangelio. Algunos pasajes de la carta hacen pensar que al escribirla el autor estaba en peligro de muerte inminente (1:21–24), quizás como resultado de un proceso judicial, pero no hay indicaciones precisas sobre el lugar donde se encuentra. Por otra parte, en el texto de la carta se mencionan una serie de viajes entre Filipos y el lugar donde está Pablo cuando escribe, de manera que podemos reconstruir los acontecimientos de la siguiente manera. Hasta Filipos habían llegado noticias acerca de la prisión de Pablo y los filipenses le enviaron una ofrenda o regalo con Epafrodito (2:25; 4:18). En el curso de su visita a Pablo, Epafrodito se enfermó y la noticia de su dolencia llegó hasta los filipenses (2:26). Luego Epafrodito a su vez se enteró de la preocupación de los filipenses por su salud, y ello llegó a causarle angustia (2:26). Al escribirse la carta Epafrodito está a punto de viajar hacia Filipos, y tanto él como Pablo tienen un fuerte sentido de urgencia respecto a ese viaje (2:25, 28). Pablo también tiene planes de enviar a Timoteo hacia Filipos, en cuanto se aclare su propia situación (2:23), en lo que evidentemente aparece como una visita pastoral (2:19, 20). Pablo mismo espera viajar para visitar a los filipenses, si es que llega a salir en libertad.
¿Dónde entonces fue escrita la carta? ¿En qué ciudad estaba la prisión desde la cual Pablo escribió? El Apóstol estuvo preso muchas veces (2 Cor. 11:23) y tenemos en Hechos el relato de tres encarcelamientos: uno en la misma ciudad de Filipos al inicio de la obra misionera allí (Hech. 16:23–40), otro en Cesarea (Hech. 21:32–26:32) y otro en Roma (Hech. 28:16–31), que realmente es continuación del anterior. Hay básicamente tres hipótesis respecto al lugar desde el cual se escribió la carta, y ellas también tienen que ver con la fecha. La teoría más antigua sostiene que Pablo escribió esta carta a los filipenses desde la prisión en Roma, tomando en cuenta las referencias al Pretorio (1:13) y a la casa del César (4:22). Sin embargo el peligro de muerte al que la carta hace referencia, y la situación difícil que atraviesa el autor, no parecen armonizar con el relato de Lucas (Hech. 28:30, 31), según el cual en su prisión en Roma Pablo disfrutaba de una relativa comodidad y no hay evidencia de un inmediato peligro de muerte. Nada quita que las circunstancias pudiesen haber empeorado como resultado de un cambio político.
La segunda hipótesis sostiene que la carta se escribió en Cesarea, mientras Pablo esperaba el resultado de su apelación al César (Hech. 25:12; 26:32). Sin embargo, el tiempo que duró la prisión del Apóstol en Cesarea, según los datos de Hechos, no habría permitido todos los viajes e informes a los cuales la carta hace referencia. Tampoco había allí una comunidad cristiana numerosa como la que se puede presuponer por las alusiones de Pablo al comienzo de la carta (1:12–14).
La tercera hipótesis señala a Efeso como el lugar de la prisión, pero para ésta no hay evidencia histórica. El libro de Hechos, que cuenta detalladamente el relato de un prolongado período de ministerio de Pablo en Efeso, no dice nada sobre un encarcelamiento en esa ciudad. Tampoco los otros escritos de Pablo lo mencionan. La hipótesis acerca de Efeso se basa fundamentalmente en inferencias de pasajes como 1 Corintios 15:32.
Siguiendo el criterio de varios estudiosos evangélicos nos parece que aunque no hay seguridad absoluta, existen bases más sólidas para la idea de que la carta se escribió desde Roma, ya que además de las razones señaladas arriba, Roma tenía ya una comunidad cristiana numerosa y la duración del cautiverio habría permitido todos los viajes que la carta menciona. Además, las referencias al probable veredicto como algo definitivo (1:20; 2:17; 3:11) sugieren que se trata de la apelación final al César, mencionada en Hechos (25:10–12; 26:32), y no únicamente de un juicio ante una autoridad provincial. Si la carta se escribió desde Roma la fecha sería tardía, entre los años 60 a 62.
LA ENTRADA DEL EVANGELIO EN FILIPOS
La ciudad de Filipos, como la de Tesalónica, formaba parte de la provincia de Macedonia, nombre que Pablo usa para referirse a ambas ciudades como si formaran un conjunto desde su punto de vista misionero (Rom. 15; 2 Cor. 8). El nombre de Filipos provenía del padre de Alejandro Magno, el famoso rey macedonio Filipo, quien se apoderó de las minas de oro cercanas a la ciudad. Pero la fama e importancia de esta urbe y su papel clave en el cuadro general del Imperio, se los había dado la administración romana. En el año 42 se realizó cerca de la ciudad la batalla en la que Antonio y Octavio (el futuro emperador Augusto) derrotaron a Bruto y Casio, los asesinos de Julio César. En conmemoración de ese hecho los triunfadores convirtieron a Filipos en una importante “colonia romana”. Como tal se regía por la ley romana y su constitución estaba modelada de acuerdo a la de la capital del Imperio. Era una especie de “Roma en miniatura” cuyos ciudadanos disfrutaban de privilegios semejantes a los de los ciudadanos de Roma, tales como el de no ser azotados en público o el de apelar al César en procesos judiciales. La conciencia de privilegio ciudadano que caracterizaba a los filipenses, así como las características de la forma de administración política de la ciudad, aparecen con precisión en el trasfondo del relato de Lucas sobre la llegada del evangelio (Hech. 16:6–40) y en el vocabulario de esta epístola. La ruta imperial llamada Vía Ignacia, el principal camino desde Roma hacia el Este, culminaba precisamente en Neápolis, el puerto que servía a Filipos. Si se observa el mapa, se puede notar que para los viajeros que venían de Asia Menor rumbo a Roma, Filipos era la puerta de entrada hacia Europa. Desde la perspectiva misiológica fue también el punto de entrada del evangelio a la región que constituía el centro del Imperio. El relato de Hechos refleja que su autor tenía una clara conciencia de la trascendencia de este momento.
Las características de la iglesia de Filipos que aparecen en la epístola se pueden comprender a la luz del relato de Hechos 16. Algunos aspectos resaltantes de la práctica misionera del Apóstol aparecen con claridad en este pasaje. Para empezar, el relato refleja con la precisión característica del estilo de Lucas lo que podríamos llamar una dialéctica entre la estrategia que está en la mente del misionero y la iniciativa del Espíritu Santo. Ramsay señaló que en la estructura misma del relato en Hechos 16:6–10, hay un recurso estilístico que recalca los tres momentos de la iniciativa divina guiando a Pablo hacia Europa en vez de Asia: les fue prohibido por el Espíritu Santo... (v. 6), el Espíritu de Jesús no se lo permitió... (v. 7), y se le mostró a Pablo una visión... (v. 9). Esta triple manifestación divina lleva al equipo misionero a la conclusión que entendieron como una demanda perentoria: de inmediato procuramos salir para Macedonia, teniendo por seguro que Dios nos había llamado para anunciarles el evangelio (v. 10).
Así pues, Pablo y sus compañeros entraron a Filipos por expresa indicación del Espíritu Santo. Varios estudiosos opinan que el varón macedonio que Pablo vio en sueños era precisamente Lucas. A partir de Hechos 16:10 el relato pasa a la primera persona plural, indicando que Lucas se ha unido al grupo. Los acontecimientos de las intensas y dramáticas jornadas que narra este capítulo dejan su marca decisiva en la actitud y la conducta de esta iglesia, la cual iba a ocupar un lugar muy especial en el afecto del Apóstol. En contraste con otras iglesias, los filipenses no se negaron a participar financieramente en la misión paulina, y lo hicieron con generosidad (Fil 4:10–16). En el relato lucano, las personas que resultan afectadas por el evangelio constituyen una variedad representativa de diferentes estratos sociales, y el impacto de su conversión afecta también la estructura de la cual forman parte, de manera que se puede decir que toda la ciudad es tocada por el impacto de este singular comienzo.
El relato de Lucas nos presenta a los misioneros Pablo y Silas usando como punto de contacto la colonia judía o judaizada, es decir el lugar de oración en un día de reposo junto al río (Hech. 16:13). Allí Lidia, una comerciante pudiente y piadosa, de origen gentil, se entregó al Señor, y ofreció su casa para que sirviese de alojamiento a los evangelistas, proveyendo de esa manera una base para la misión (vv.15, 40). La “casa” (óikos G3624, raíz griega de la cual deriva la palabra economía) de Lidia no era únicamente su lugar de habitación sino su centro de trabajo, el local de su empresa, y la palabra incluía tanto a los familiares cercanos como a la familia extendida y los esclavos que trabajaban para ella. El comentarista Tidball señala que Lidia es la primera de 40 personas que se mencionan en el NT como sostenedores o posibles sostenedores de Pablo. Este ejemplo de generosidad llegó a ser una marca distintiva de esa iglesia, según se lee claramente en esta epístola a los Filipenses (4:15–19) y en otras (2 Cor. 8:1–7).
Según el relato de Hechos, después de la conversión de Lidia, Pablo curó a una esclava poseída por un espíritu, y él y Silas tuvieron que enfrentar la consiguiente persecución de aquellos cuyos intereses económicos habían sido afectados. En la cárcel mostraron su espíritu de contentamiento aun en medio del dolor (Hech 16:17–25), tema que también aparece en forma destacada en esta epístola. El celo evangelizador y el testimonio de Pablo y Silas llevaron a la conversión del carcelero, cuya actitud también es transformada, de manera que deja de ser el simple funcionario endurecido. Al salir de la cárcel para proseguir su viaje, los misioneros muestran una clara conciencia de las realidades urbanas, civiles y políticas, y de la manera en que pueden afectar su propio trabajo y la vida de las jóvenes iglesias (Hech. 16:35–40). Referencias a la mencionada conciencia ciudadana, tan importante para los filipenses, aparecen en el propio vocabulario de la epístola, bien como exhortación ética (1:27) o como analogía de verdades espirituales (3:20).
TEMAS CLAVE DE LA EPISTOLA
En esta epístola aparecen con toda claridad elementos claves del mensaje apostólico que se pueden considerar característicos de la práctica misionera y de la enseñanza de Pablo. No se debe olvidar nunca que las epístolas paulinas no son fundamentalmente documentos escritos como ensayos teológicos. Son más bien correspondencia misionera, escrita por un apóstol que cruzaba fronteras para anunciar el evangelio y fundar iglesias, y dirigida a los miembros creyentes de estas iglesias. Así en Filipenses hay varias referencias a la práctica misionera de Pablo, sus colaboradores y aun sus rivales. La enseñanza del Apóstol en varios puntos de la epístola está directamente derivada de la práctica misionera a la que hace referencia.
Hay un núcleo cristológico fundamental que como se ha señalado alcanza su máxima expresión en el himno del cap. 2, pero que aparece también en varias referencias a la espiritualidad personal del Apóstol y a cuestiones de comportamiento y de moral. Por medio de esas referencias percibimos una visión del ser humano que sirve de base para diseñar el concepto de la vida cristiana del ser redimido, en la dinámica de sus relaciones. Hay varias referencias éticas en las cuales la fe en aspectos fundamentales del evangelio y de la relación con Cristo es el basamento de la exhortación a un tipo de actitud en la vida y de práctica cotidiana basado en el modelo de Cristo mismo.
La epístola refleja una relación cordial y fraterna muy estrecha entre el Apóstol y los creyentes a quienes escribe. Como en otras epístolas atribuídas a sus últimos años, aquí Pablo no tiene inhibiciones de referirse al mutuo afecto especial que lo une a los filipenses, y a sus propios sentimientos, como un elemento que contribuye a darle fuerza a su enseñanza. Por este medio tenemos un retrato personal y espiritual de cuerpo entero de este gran misionero. La base afectiva a la cual hacemos referencia es la infraestructura espiritual sobre la cual se da el proceso del discipulado. Los misioneros, Pablo y sus colaboradores, encarnan una vivencia de la fe, de la cual se deriva el modelo de vida al cual llaman a sus discípulos. Es posible relacionar esto claramente con la imitación como un elemento importante de la espiritualidad cristológica de los propios apóstoles.
Otra nota singular en esta epístola es el desafío al crecimiento para una comunidad que había alcanzado cierto grado de madurez, pero evidentemente necesitaba progresar en muchos aspectos. El movimiento general de la acción es dinámico y esperanzado mirando hacia el frente, pese a las referencias a pruebas y sufrimientos tanto en quien escribe como en los destinatarios. Parte fundamental de esta mirada esperanzada hacia el futuro es el llamado a la alegría —al gozo y regocijo— en el cual insiste el Apóstol. Se ejemplifica en su propio gozo, al cual hay varias referencias, a pesar de las condiciones de prisionero en las cuales se encuentra.
La epístola también se ocupa de predicadores y misioneros rivales de Pablo que parecían amenazar con infiltrarse en la iglesia de Filipos. Un grupo de ellos eran los misioneros judaizantes del llamado partido de la circuncisión que querían obligar a las iglesias gentiles a seguir las exigencias de la ley judía. En esta, como en otras epístolas, Pablo hace referencia a las tergiversaciones del mensaje y a los ataques a su propia persona provenientes de este grupo. También advierte a los filipenses contra la presencia de algunos infiltrados de tendencia gnóstica y vida libertina que podían confundir a la iglesia de Filipos. El lenguaje enérgico y combativo del Apóstol contrasta con el tono cariñoso y paternal de la epístola, pero evidencia la profunda preocupación pastoral que lo mueve a escribir.
Se puede organizar el contenido de la epístola en un bosquejo que presta atención precisamente al contexto misionero dentro del cual está escrita, y a los temas principales que se han señalado, aunque ese bosquejo no siga las divisiones aceptadas en capítulos y versículos. Se puede ver de esa manera la íntima relación entre la pastoral y la misión. La nota pastoral está dirigida a fortalecer a la iglesia para que pueda cumplir su misión en el mundo, y esa misión es el eje central alrededor del cual gira la personalidad del escritor, sus tristezas, alegrías, sufrimientos y esperanzas. En el centro y la base de todo está Cristo y tanto el autor como los destinatarios están en Cristo.
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